Al ValenciaCF se le atraganta el Slavia

El Valencia se volvió loco en Praga, la ciudad donde nació Franz Kafka. Con el partido ganado, se dejó empatar. Y pudo hasta perder. Incomprensible. Fueron unos últimos doce minutos kafkianos, nunca mejor dicho. El equipo dio la sensación de sufrir, en cuestión de segundos, trastornos de personalidad, olvidándose del buen juego realizado con anterioridad al primer tanto local, que dio vida al Slavia. Lo despertó y amargó la noche a los de Mestalla, cuando tenían la clasificación prácticamente hecha para la siguiente ronda de la Europa League.

Con la vuelta de Baraja y Marchena, y menos rotaciones, había tenido la suficiente consistencia para ganar con claridad, sin pisar el acelerador. Transformó en posible la 'Misión imposible' llevada al cine en su primera entrega, tras rodaje en la capital checa. El desamparo, soledad e incluso manía persecutoria que marcó la personalidad de Kafka se había apoderado de un Slavia muy flojito, incapaz de plantar cara a los de Mestalla, a los que les traspasó la pájara, los trastornos en los minutos finales.

Cuenta la historia que hubo multitud de estudiosos, auténticos especialistas que dedicaron años a encontrar sentido a la obra de Kafka. No todos lo consiguieron, abandonando un buen número de aquellos. Ayer hubiera venido al pelo que alguno intentara averiguar lo que pasó. Primero, el entrenador del conjunto checo debió darle muchas vueltas a la cabeza desde que transcurrieron los primeros minutos de juego, ante la forma como se desenvolvían los suyos. Nada que ver con el Slavia peleón, entregado, firme y rápido en la contra que jugó en Mestalla. Ayer fue un equipo acomodado, temeroso y sin ambición en muchas fases del encuentro. Incapaz de presionar, se dedicó a esperar al Valencia. Y no creó ningún peligro.

Ni siquiera hubo oportunidad de ver al peligroso, rápido y temido Hlousek, que tantos problemas creó en Valencia por la banda izquierda. Cierto que Bruno no le perdió de vista ni un instante y cuando el catalán necesitó ayuda también la encontró. Y es que los valencianistas funcionaron bien. Por momentos tocaron a placer, saliendo desde atrás con el balón controlado, sin nadie que les obstruyera. Y como Emery colaboró con una alineación correcta, la superioridad fue manifiesta. A poco que hubieran forzado la máquina, al descanso habrían llegado con una mayor diferencia favorable en el marcador.

Y si no sucedió así fue porque el árbitro, a instancias de uno de sus ayudantes de banda, anuló un tanto legal a Mata, por fuera de juego inexistente del burgalés, cuatro minutos después del marcado por Joaquín. El del gaditano, que puso al Valencia por delante, llegó de penalti, claro, cometido sobre Mata. El colegiado, malo, no expulsó al defensa checo que derribó a Mata. Se trataba tan solo de aplicar el reglamento. Sólo eso. Ni por esas.

Por otra parte, el Valencia ganó en presencia, en fútbol, en sentido y en verticalidad, con una columna vertebral más sólida. La seguridad de David Navarro dio confianza a Maduro. Por delante, Marchena, y en la dirección el deseado Rubén Baraja. A partir de ahí se abría el abanico formado por Joaquín, Silva y Mata, que trastornaba a los checos, fiel reflejo de su paisano Kafka.

Tras el intermedio, más de lo mismo. O mejor, incluso. El Slavia, más kafkiano que antes, hacía honor al extraño escritor, quien siendo checo escribía en alemán. Maduro puso el 0-2 y parecía resuelto. Un minuto más tarde, expulsión de Senkerik. Con todo hecho, la locura. El kafkiano fue el Valencia, incapaz de mantener el resultado, a pesar de jugar casi todo el segundo acto con un hombre más, igualándose las cosas en la prolongación cuando Baraja también fue expulsado. Empate y gracias, y nueva decepción.

El estigma de Kafka trastornó la personalidad de un Valencia al que al final le atacó el desamparo, la soledad e incluso la manía persecutoria que marcó a un genio como Kafka.




Publicado por Nasio Martinez, el 6 de noviembre de 2009

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