Ya estamos en fallas

Nos lo veníamos oliendo desde ya hace algún tiempo, porque en realidad nunca se acaba este ambiente en todo el año. Pero ahora más. Fin de semana con Gala Fallera, despertà monumental, Crida (que no Cridà) con fuegos artificiales incluidos (una delicia) y la mascletà nocturna del Valencia, que entre unos y otros les dieron hasta en el carné de identidad. Y a partir del lunes, a por todas. La mascletà de mediodía reúne los primeros desmangados de los jóvenes que, como si fuera impreso en sus genes, lucen brazos y bíceps por toda la plaza, aunque esté nublado. Juventud, divino tesoro que te vas para no volver.

Pero no sólo de jóvenes se llena el centro. El espectáculo es apto para todos los públicos y se nota. Curioso rito dominical que se extiende a todos los días de la semana en cuanto el calendario suelta su hoja de febrero, conduciendo a una sociedad ansiosa por escuchar los estruendos y aspirar el perfume de la pólvora; pócima que nos cura la depresión y nos hace olvidar que el paro ascendió en más de ochenta mil ciudadanos durante el pasado mes, y eso que tiene dos o tres días menos que los normales. Malos tragos que la próxima fiesta fallera trata de hacernos olvidar. Benditos bienes (inmateriales) que remedian mis males.

En pocos días tendremos las calles ocupadas con los monumentos y con las carpas. Unos cuantos eufóricos ansiosos de tomar la ciudad y otros cuantos con una defensa de unos derechos ciudadanos que no quieren recortar a ningún precio. Ni siquiera al de la tradición. Todos queremos ir en coche hasta para ir a “miccionar” y protestamos al encontrarnos con un corte de calle.

Yo pediría respeto a unos y paciencia a otros. Y así, cediendo un poco cada bando viviremos mejor. Por cierto, ¿por qué hay que llamarles bandos? ¿eso no implica una cierta confrontación?

Pensémoslo.

Publicado por Ferran Martinez i García, el 3 de marzo de 2010

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