Joan Monleón, descanse en paz
Vaya inocentada que nos ha dejado este 28 de diciembre. El año no es para menos. Apenas hace dos días que me enteré se encontraba hospitalizado y con un pronóstico nada esperanzador. Como un fogonazo llegó a mi mente aquel momento en que le conocí. Juanito le llamaba cariñosamente su madre. Yo era el aprendiz de un comercio vecino, con apenas catorce años, y él ya era un orondo mocetón que, acabado de cumplir su servicio militar, ayudaba a su madre en La Holandesa, la pequeña y conocida horchatería de la avenida del Oeste, a la que yo entraba todas las tardes a recoger el café con leche para la merienda de mi jefe. En otras ocasiones era el propio Juan quien se acercaba a la tienda a recoger el vaso y el plato que pudiera haberse quedado olvidado, y de paso nos contaba cualquier estrafalaria noticia que nos hacía reír a todos. Qué años aquellos.
Yo desaparecería de aquel entorno y posteriormente comenzaría a oír su nombre con aquel desternillante grupo de Els Pavesos que, entre bromas se preocupaba por reivindicar el nombre de Valencia por los escenarios. Porque la reivindicación de nuestra personalidad y costumbres no desapareció de aquellos primeros Pavesos que disfrazados salían a los escenarios para hacer las delicias del público que les escuchaba. Pantomima fallera, no en vano nacieron en ellas y supieron llevar con sus canciones la crítica y la sorna que sólo un fallero es capaz de esgrimir. Mas tarde vendría el cine y su salto a la pantalla nacional: Los dos films del Virgo de Vicenteta, inspirados en la obra de Bernat y Baldoví, Con el culo al aire, El fascista y doña Pura, Moros y cristianos, etc.
¿Quién no se acuerda de la Paella Rusa? Tan criticada por la progresía valenciana de la época. Hoy hubiera sido un programa de gran predicamento y allí están, para probarlo, las cuotas de audiencia que logró alcanzar. Lo cierto es que gustaba al pueblo porque era un personaje del pueblo. Para mí tiene todos los respetos.
La última vez que pude verlo personalmente fue interpretando “La Corte del Faraón” en el Olympia. Al acabar, despidiéndome de unos amigos en la esquina de la plaza del Ayuntamiento con la calle En Llop pasó junto a mí y le di la enhorabuena. Se paró junto a mí, me dio la mano y con esa personalidad que lo atropellaba todo comenzó a decirme: ¿T’ha agradat?... m’alegre. ¿Qué t’ha paregut … açò…, lo atre…? No le importó perder unos minutos conmigo, a pesar de que era ya casi la una de la madrugada.
Resultaba evidente que él no se acordaba de mí… pero demostraba con su forma de ser la cercanía y afabilidad que siempre derrochó.
Descansa en pau, Joan.
Publicado por Ferran Martinez i Garcia, el 29 de diciembre de 2009
Yo desaparecería de aquel entorno y posteriormente comenzaría a oír su nombre con aquel desternillante grupo de Els Pavesos que, entre bromas se preocupaba por reivindicar el nombre de Valencia por los escenarios. Porque la reivindicación de nuestra personalidad y costumbres no desapareció de aquellos primeros Pavesos que disfrazados salían a los escenarios para hacer las delicias del público que les escuchaba. Pantomima fallera, no en vano nacieron en ellas y supieron llevar con sus canciones la crítica y la sorna que sólo un fallero es capaz de esgrimir. Mas tarde vendría el cine y su salto a la pantalla nacional: Los dos films del Virgo de Vicenteta, inspirados en la obra de Bernat y Baldoví, Con el culo al aire, El fascista y doña Pura, Moros y cristianos, etc.
¿Quién no se acuerda de la Paella Rusa? Tan criticada por la progresía valenciana de la época. Hoy hubiera sido un programa de gran predicamento y allí están, para probarlo, las cuotas de audiencia que logró alcanzar. Lo cierto es que gustaba al pueblo porque era un personaje del pueblo. Para mí tiene todos los respetos.
La última vez que pude verlo personalmente fue interpretando “La Corte del Faraón” en el Olympia. Al acabar, despidiéndome de unos amigos en la esquina de la plaza del Ayuntamiento con la calle En Llop pasó junto a mí y le di la enhorabuena. Se paró junto a mí, me dio la mano y con esa personalidad que lo atropellaba todo comenzó a decirme: ¿T’ha agradat?... m’alegre. ¿Qué t’ha paregut … açò…, lo atre…? No le importó perder unos minutos conmigo, a pesar de que era ya casi la una de la madrugada.
Resultaba evidente que él no se acordaba de mí… pero demostraba con su forma de ser la cercanía y afabilidad que siempre derrochó.
Descansa en pau, Joan.
1 Comentario:
El primer recuerdo que tengo de él, allá por finales de los 70, fue en una presentación de falla, en la mía.
A los pocos días lo reconocí por la calle, y, que un petardo que no levantaba mas de dos palmos del suelo le reconociera por la calle le agradó tanto que, además de deshacerse en parabienes y en preguntarme como lo había pasado..., me invitó a una horchata (no sabía lo que hacía el buen hombre, en mi casa siempre me han dicho que era mejor regalarme un traje que invitarme a comer).
Sirva esta pequeña anécdota para homenajear a Joan Monleón, un hombre que lo ha dado todo por Valencia y los valencianos y por hacernos reir, que tanta falta nos hace.
Allá donde estés, Joan, GRACIAS!
Descanse en Paz!
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