Comentarios
En alguna que otra ocasión se me ha ocurrido acceder a la sección de comentarios que se insertan tras cualquier noticia de las que aparecen en los periódicos digitales. Uno lee la información y al acabar se le invita a que opine. Si quieres, escribes tu parecer y posibilitas que todos aquellos que acceden al medio, y tengan ganas de leer, puedan participar de tu particular manera de ver aquello. Maravilloso. La libertad de expresión elevada a la enésima potencia. ¿Quién iba a decirnos hace unos años que podríamos emular a cualquier columnista de opinión y publicar nuestras opiniones?
A partir de aquí todos nos sentimos un poco (o un mucho) políticos, economistas, abogados, ingenieros, arquitectos… y lo que es más peligroso, jueces. Magistrados sin toga que enjuician y condenan (cuando no lo segundo sin lo primero), sin la más remota noción de aquel vericueto por el que nos deslizamos. Pero la libertad de expresión es así, en ocasiones atrevida y osada, y en otras, la mayoría, arriesgada e imprudente.
No hay más que darse una vuelta por esos foros de opinión en que se constituyen las comentarios vertidos en los medios de comunicación digitales, tras cualquier artículo: “Liberada la rehén en Burgos” (265 comentarios); “El constitucional alemán prohíbe abrir tiendas en domingo” (89 comentarios); “La mitad de los niños no comen verdura ni pescado” (40 comentarios); “Músicos contra el gratis total” (784 comentarios)… Estos son datos reales. Hay opiniones para todo y para todos y opinantes lo suficiente osados como para entrar a todos los trapos que se les pongan por delante.
Otra cuestión bien distinta, es el tono que se emplea en los mismos. En muchísimos de los casos soez, incivil, barriobajero, cerril, camuflado en el anonimato del espacio virtual tras un descerebrado nick (¿se llama así?) que protege su verdadera identidad, pero que manifiesta a voz en grito qué clase de tipo lo usa. Qué pocos razonamientos pueden leerse, aunque puedan estar equivocados, porque la persona humana tiene todo el derecho a equivocarse. Lo que no se tiene derecho es al insulto gratuito o a repartir sus malolientes repugnancias allá donde le plazca a cada cual.
Comentarios que, mal que nos pesen, son auténticos notarios de la realidad social que vivimos.
Publicado por Ferran Martinez i García, el 2 de diciembre de 2009
A partir de aquí todos nos sentimos un poco (o un mucho) políticos, economistas, abogados, ingenieros, arquitectos… y lo que es más peligroso, jueces. Magistrados sin toga que enjuician y condenan (cuando no lo segundo sin lo primero), sin la más remota noción de aquel vericueto por el que nos deslizamos. Pero la libertad de expresión es así, en ocasiones atrevida y osada, y en otras, la mayoría, arriesgada e imprudente.
No hay más que darse una vuelta por esos foros de opinión en que se constituyen las comentarios vertidos en los medios de comunicación digitales, tras cualquier artículo: “Liberada la rehén en Burgos” (265 comentarios); “El constitucional alemán prohíbe abrir tiendas en domingo” (89 comentarios); “La mitad de los niños no comen verdura ni pescado” (40 comentarios); “Músicos contra el gratis total” (784 comentarios)… Estos son datos reales. Hay opiniones para todo y para todos y opinantes lo suficiente osados como para entrar a todos los trapos que se les pongan por delante.
Otra cuestión bien distinta, es el tono que se emplea en los mismos. En muchísimos de los casos soez, incivil, barriobajero, cerril, camuflado en el anonimato del espacio virtual tras un descerebrado nick (¿se llama así?) que protege su verdadera identidad, pero que manifiesta a voz en grito qué clase de tipo lo usa. Qué pocos razonamientos pueden leerse, aunque puedan estar equivocados, porque la persona humana tiene todo el derecho a equivocarse. Lo que no se tiene derecho es al insulto gratuito o a repartir sus malolientes repugnancias allá donde le plazca a cada cual.
Comentarios que, mal que nos pesen, son auténticos notarios de la realidad social que vivimos.
Publicado por Ferran Martinez i García, el 2 de diciembre de 2009
3 Comentarios:
Hay cada uno por la red que para lo que escribe mejor que permanezca callado, como aquello que dicen «es mejor permanecer callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas».
Y lo que le an exo al xikiyo de tenerife no tiene perdon, to el mundo ay en internet metiendose con el y deseandole la muerte
Me gustaria que todos los que le han provocado a este muchacho este mal, se disculparán, con toda la humildad del mundo. Y no es que se esté atacando a los medicos, ni a los medios de comunicación, ni a las autoridades, sino que veamos lo que puede ocurrir con un chaval sin comerselo, ni beberselo. Y otros como Miguel Carcaño y sus colegas se torean con el favor de la justicia a todos. No todos los muchachos tienen la misma moral, todavia hay muchos con verdaderos valores morales, que lo único que se le puede culpar a los padres es de no llevarla al hospital, y si lo hicieron retiro lo anterior, o vigilarla por la posibles secuelas de un golpe en la cabeza, pero no todos somos medicos.
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