¿Jubilación tiene su raíz en júbilo?
No había conseguido despabilarme lo suficiente, cuando me da en la cara un titular de prensa (¡condenada mensajera!) que me estremeció: “Cada vez más jubilados pierden la casa al no poder pagar el aval hipotecario de sus hijos”. Impresionante. Dramático. Patético. ¿Es ésta la jubilación que se prometían? Tanto tiempo deseando alcanzar esta etapa dorada de sus vidas en las que no tendrían que levantarse por las mañanas pensando en la obligación de un trabajo diario remunerado. Deseadas jornadas de viajes, culturales o de los otros, que gracias a los programas sociales iban a poder disfrutar, ¡más barato que si nos quedamos en casa!... ¿Y ahora qué?
La vida les tenía preparada una sorpresa. Una desagradable sorpresa. Brusco, inesperado, ingrato sobresalto. Todos los sueños e ilusiones de repente se ahogaban en el soñado estanque dorado de la jubilación.
Jamás pensaron en ello cuando hace unos años estamparon sus firmas avalando préstamos bancarios solicitados por sus hijos. Ellos no lo pensaron. Sus hijos tampoco. Nada hacia prever que la economía saltaría por los aires y el gobierno progresista que tan raudo se encumbró en los órganos de poder gracias a unos hechos que mejor no recordar, no sabría poner remedio.
Resultado: los hijos pierden sus fuentes de ingreso, no pueden hacer frente a sus compromisos financieros y los bancos ejecutan los avales contra el eslabón mas débil de la cadena, el que ya no puede obtener más ingresos que los que mensualmente le aporta su pensión. Pensión que, como es evidente, no puede soportar las exigencias bancarias, a pesar de las continuas bajadas del euribor. ¡Hay que ver lo poco que sabemos de él y lo mucho que gobierna nuestras vidas!
Qué decir si los ingresos en cuestión provienen de una viudedad. Eso ya ni mentarlo.
¿No está fallando algo en las previsiones sociales de este país?
¿Es éste el merecido premio a toda una vida de trabajo, de esfuerzo y de labor esperanzada en que todas esas energías sirvieran para una vejez pacífica, sosegada y alegre?
Es un momento en el que se preveían cubiertas todas las mínimas condiciones necesarias por las que se había estado trabajando toda la vida. Y, cosas de la vida, es todo lo contrario.
Pero claro, nunca se contó con la crisis. Jamás hubo una previsión que se basara en el paro prolongado de aquellos a los que se quiso ayudar, ¡porque había obligación moral para ello!, aportando la garantía de lo único que les quedaba, su vivienda. El techo que guardaría sus cansados cuerpos hasta el fin de sus vidas. Tal vez falló la confianza depositada en los poderes públicos que no supieron, ni saben, reaccionar ante una situación como la actual. El joven puede salir al campo a buscar el sustento. El mayor debe descansar en su casa. ¡Se lo ha ganado!
¿Podremos algún día aceptar estas noticias?
Publicado por Ferran Martinez i Garcia, el 5 de noviembre de 2009
La vida les tenía preparada una sorpresa. Una desagradable sorpresa. Brusco, inesperado, ingrato sobresalto. Todos los sueños e ilusiones de repente se ahogaban en el soñado estanque dorado de la jubilación.
Jamás pensaron en ello cuando hace unos años estamparon sus firmas avalando préstamos bancarios solicitados por sus hijos. Ellos no lo pensaron. Sus hijos tampoco. Nada hacia prever que la economía saltaría por los aires y el gobierno progresista que tan raudo se encumbró en los órganos de poder gracias a unos hechos que mejor no recordar, no sabría poner remedio.
Resultado: los hijos pierden sus fuentes de ingreso, no pueden hacer frente a sus compromisos financieros y los bancos ejecutan los avales contra el eslabón mas débil de la cadena, el que ya no puede obtener más ingresos que los que mensualmente le aporta su pensión. Pensión que, como es evidente, no puede soportar las exigencias bancarias, a pesar de las continuas bajadas del euribor. ¡Hay que ver lo poco que sabemos de él y lo mucho que gobierna nuestras vidas!
Qué decir si los ingresos en cuestión provienen de una viudedad. Eso ya ni mentarlo.
¿No está fallando algo en las previsiones sociales de este país?
¿Es éste el merecido premio a toda una vida de trabajo, de esfuerzo y de labor esperanzada en que todas esas energías sirvieran para una vejez pacífica, sosegada y alegre?
Es un momento en el que se preveían cubiertas todas las mínimas condiciones necesarias por las que se había estado trabajando toda la vida. Y, cosas de la vida, es todo lo contrario.
Pero claro, nunca se contó con la crisis. Jamás hubo una previsión que se basara en el paro prolongado de aquellos a los que se quiso ayudar, ¡porque había obligación moral para ello!, aportando la garantía de lo único que les quedaba, su vivienda. El techo que guardaría sus cansados cuerpos hasta el fin de sus vidas. Tal vez falló la confianza depositada en los poderes públicos que no supieron, ni saben, reaccionar ante una situación como la actual. El joven puede salir al campo a buscar el sustento. El mayor debe descansar en su casa. ¡Se lo ha ganado!
¿Podremos algún día aceptar estas noticias?
Publicado por Ferran Martinez i Garcia, el 5 de noviembre de 2009
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