Correctivos
La memoria inmediata parece estar reñida con la experiencia que aporta la edad. Se llega a una etapa en la que, en más ocasiones de las deseadas, es costoso recordar algo tan sencillo como pueda ser la comida del día anterior. Por el contrario, la mediata, la histórica (ahora que está tan de moda el calificativo), nos fluye con la facilidad de lo diario y cotidiano. No en las pequeñas particularidades de los hechos, pero si en el trazo grueso de los pasajes que acuden a nuestra mente de forma libre y espontánea, sin que nos hayamos propuesto recordarlas y sin saber con exactitud el por qué. Tal vez sin querer contemplamos elementos que sirve de estimulantes.
Recuerdo a los dos maestros que tuve en mi infancia. don Francisco y don Antonio (imposible recordarlos sin el adecuado tratamiento). El primero atajaba las travesuras de sus alumnos mandándolos a uno de los cuatro rincones del aula (si aquel cuarto amplio y destartalado podía recibir este apelativo). Allí, de cara a la pared, redimían su pena aquellos alborotadores que no habían sabido atender en clase sin dejar de inquietar a los compañeros e importunar, por ende, al maestro que se esforzaba por insuflar en nuestras rebeldes cabezas algo de cultura.
El otro, don Antonio, tal vez porque se encargaba de los más mayores o porque tenía otro sentido de la docencia, mandaba sentarse junto a él, apoyando libro y cuaderno en su propia mesa, a los más díscolos de la clase. Con ello mataba dos pájaros de un tiro: que el muchacho en cuestión, más controlado, dejara de importunar a los que tenía a su alrededor (por lógica no iba a tocarle la oreja al maestro) y por otra lograba que atendiera más a sus explicaciones; estaba demasiado cerca como para que se extraviara en otras cavilaciones.
No sé yo por qué he recordado todo esto, al leer la noticia de que el PP valenciano había relegado a Ricardo Costa al escaño 98 a quien hasta ahora había ocupado el primero de la oposición, tras el gobierno. ¿No hubiera sido mejor tenerlo, como hasta ahora, junto al Presidente? Lo digo por aquello del control. Algún día aprenderemos, si Dios quiere.
Publicado por Ferran Martinez i Garcia, el 22 de octubre de 2009
Recuerdo a los dos maestros que tuve en mi infancia. don Francisco y don Antonio (imposible recordarlos sin el adecuado tratamiento). El primero atajaba las travesuras de sus alumnos mandándolos a uno de los cuatro rincones del aula (si aquel cuarto amplio y destartalado podía recibir este apelativo). Allí, de cara a la pared, redimían su pena aquellos alborotadores que no habían sabido atender en clase sin dejar de inquietar a los compañeros e importunar, por ende, al maestro que se esforzaba por insuflar en nuestras rebeldes cabezas algo de cultura.
El otro, don Antonio, tal vez porque se encargaba de los más mayores o porque tenía otro sentido de la docencia, mandaba sentarse junto a él, apoyando libro y cuaderno en su propia mesa, a los más díscolos de la clase. Con ello mataba dos pájaros de un tiro: que el muchacho en cuestión, más controlado, dejara de importunar a los que tenía a su alrededor (por lógica no iba a tocarle la oreja al maestro) y por otra lograba que atendiera más a sus explicaciones; estaba demasiado cerca como para que se extraviara en otras cavilaciones.
No sé yo por qué he recordado todo esto, al leer la noticia de que el PP valenciano había relegado a Ricardo Costa al escaño 98 a quien hasta ahora había ocupado el primero de la oposición, tras el gobierno. ¿No hubiera sido mejor tenerlo, como hasta ahora, junto al Presidente? Lo digo por aquello del control. Algún día aprenderemos, si Dios quiere.
Publicado por Ferran Martinez i Garcia, el 22 de octubre de 2009
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